29 de mayo de 2015

Recuerdos de Trafalgar

No se equivocaba un amigo cuando me dijo, conocedor de mi predilección por pasar las vacaciones en la playa, que cuando fuera al sur, me sentiría como el príncipe. Me advirtió que como amante de "il doce farniente" allí abajo, quedaría atrapado para siempre.

Cojín de algodón recuerdo de la batalla de Trafalgar.
Y fue en mi primera peregrinación por tierras gaditanas, cuando de camino a Los Caños de Meca pase junto al cabo de Trafalgar. Y aunque con la edad cada vez soy mas descreído y estoy en una órbita laica. Como abulense que soy, con 8 apellidos castellanos y poco acostumbrado al mar, aturdido por el paisaje tuve una revelación casi mística, una experiencia religiosa a lo Enrique Iglesias. Estando en este increíble lugar y mareado por el humo de un cercano hippy, sufrí el síndrome de Stendhal (también denominado Síndrome de Florencia o "estrés del viajero"). Un elevado ritmo cardíaco, confusión, temblor, palpitaciones e incluso alucinaciones cuando estas expuesto a obras de arte.

Monolito que conmemora el 200 aniversario de la Batalla de Trafalgar.
Abrumado por la historia de aquel paradisíaco sitio rodeado de dunas, en un ministerio misterio del tiempo pude ver con los ojos de la imaginación, una de las mayores batallas navales de la historia, la Batalla de Trafalgar. Y eso, pese a que casi nada allí recuerda la batalla que hubo en aquella costa. Nada excepto un monolito que la arena suele tapar. Con una placa que se puso en el bicentenario, con un pasaje de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós: "dentro de poco los hombres de unas y otras islas se han de convencer de que hacen un gran disparate armando tan terribles guerras, y llegará un día en que se abrazarán, conviniendo todos en no formar más que una sola familia"

Situación de la batalla de Trafalgar, a las 13:00 horas del 21 de octubre de 1805.


Así pude ser testigo de la embestida de las dos líneas británicas a la columna hispanofrancesa. Como los 18.000 británicos con 27 navíos estaban situados frente a los 21.000 marinos españoles y franceses repartidos en 33 buques de guerra. Una cruenta batalla que comenzó hacia el medio día, cuando el almirante Nelson mando izar banderas con un mensaje que decía: England expects that every man will do his duty. Y que acabó a la hora del té a eso de las seis de la tarde, aproximadamente, cuando el navío francés Achille explotó.

Situación a la hora del té en la batalla de Trafalgar, 17:00  horas del 21 de octubre de 1805.




Seis horas que se saldaron con miles de marinos muertos en un infierno de fuego y metralla. El balance fue muy diferente para cada uno de los bandos: mientras que los británicos no perdieron ninguna nave y contabilizaron 450 bajas, las pérdidas de franceses y españoles fueron devastadoras, 22 barcos y cerca de 4.000 muertos.

Vista aérea del faro del cabo de Trafalgar.




Y es que entre tanto turista, el único que parece que sigue acordándose de lo que allí sucedió es el mar, que durante días echó cadáveres a las playas. Además el mar guarda en sus entrañas restos hundidos, barcos que llevan dormidos bajo las aguas más de 200 años. Se han encontrado dos pecios pertenecientes a dos navíos franceses: el Bucentaur y el Fougueux, que se hundió cerca de Sancti Petri.

Aquel recuerdo me dejo cabreado como Pérez-Reverte tras cenar el 'puto venado' y con ganas de invadir el cercano Gibraltar.

Un enfado que se me pasó al comer un plato de pescaíto frito en la calle Cadiz de Conil, y tras tomarme varios gin-tonic en una terraza de la playa de La Barrosa. Ese maravilloso cóctel, invento para combatir la malaria, creado por soldados británicos destinados en la India .


Al final, la batalla de Trafalgar dio a los británicos el dominio absoluto de los mares no solo durante las campañas napoleónicas, sino también durante casi todo el siglo XIX. En su recuerdo está dedicada la plaza más importante de Londres, Trafalgar Square. Curiosamente, en España solo se pueden encontrar calles dedicadas a esta batalla en Algeciras, Barcelona, Leganés, Málaga y Madrid.

Humor británico, puzzle con el barril del almirante Nelson.


Como 'souvenir' los ingleses se llevaron el cadáver de Nelson, conservado en un barril de brandy de jerez para evitar su deterioro en la travesía hasta Londres.

La bala que mató al almirante Lord Nelson en la batalla de Trafalgar.


Tras cortarle la coleta como recuerdo para su lady Hamilton, conforme a su última voluntad, lo vistieron con un camisón y lo metieron en el barril más grande que pudieron hallar a bordo del "Victory".

La coleta del almirante Nelson que se guarda en el National Maritime Museum de Londres.



También como botín de guerra la flota británica se llevo un barco francés y tres españoles. El navío francés Duguay-Trouin tras ser apresado por los ingleses, fue bautizado con el nombre de HMS Implacable, convirtiéndose en el primero de los tres buques que ha portado dicho nombre en la Marina Real Británica.

Mascarón de proa del HMS Implacable.
144 años después en 1949, los ingleses quisieron devolverlo a Francia por no poder mantenerlo junto al HMS Victory, pero el chovinista gobierno francés de la epoca (valga la redundancia) se negó a aceptarlo.Y aunque parezca increíble, ante personalidades de ambas países, con una carga explosiva el barco, último testigo de la Batalla de Trafalgar, fue hundido en el Canal de la Mancha.


Los tres barcos españoles apresados corrieron una suerte parecida. El San Juan Nepomuceno pasó a formar parte al servicio de Gran Bretaña como HMS San Juan. En honor al valor de Cosme de Churruca, se colocó una placa con su nombre en la cabina que él había ocupado mientras que permaneció a bordo, y se ordenó que todo el que en ella entrara, se quitara el sombrero como muestra de respeto al aguerrido enemigo. Acabó siendo vendido y desguazado en 1818.

La bandera capturada del "San ildefonso" cuelga en la fachada sur del Queen's House de Greenwich.

El Bahama fue capturado y llevado a Gibraltar para ser reparado. Más tarde viajó hasta Gran Bretaña para ser convertido en buque prisión, conservando su nombre original en español. En 1814 fue desguazado.

La enorme bandera de combate del San Ildefonso, capturado por el HMS Defense,
El San Ildefonso fue capturado por los ingleses y reutilizado por la Royal Navy bajo el nombre de HMS Ildefonso. La bandera española izada por el San Ildefonso está en el Museo Marítimo de Greenwich, donde no se expone por lo precario de su estado. Fue llevada allí décadas después del funeral de Nelson en la Catedral de Saint Paul. Donde junto a la bandera de combate francesas fueron desplegadas.

Banderas colgadas durante el funeral de Nelson bajo la cúpula de St. Paul.


La enorme bandera tiene numerosas cicatrices. Algunos agujeros están ocasionados por el paso del tiempo, otros por la batalla. Pero los más visibles son debidos a algunos desconocidos que como souvenir o recuerdo de la batalla recortaron trozos de la tela con cuchillos y tijeras.

Un gigantesco trozo de tela que se guarda envuelto en papel tisú, tan grande como el olvido que los españoles tenemos de aquel 21 de octubre de 1805, el día que cambió la historia de Europa y del mundo.


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Bonus track: Cabo Trafalgar de Arturo Pérez-Reverte [ePub]













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23 de mayo de 2015

Las paletas de los genios de la pintura

Las paletas, esas pequeñas tablas con un agujero por donde el pintor mete el dedo pulgar, dicen mucho de su dueño. Tanto o más que uno de sus cuadros. Son como la esencia de su pintura. En las paletas está el color de cada pintor, sus tonalidades, su gama cromática y también la manera en la que mezclan, incluso la forma de la pincelada y la personalidad del autor.

Paleta de Vincent Van Gogh (1853-1890): Verde. Esmeralda, amarillo limón, azul cobalto eran sus colores preferidos. Los conseguía en la tienda de monsieur Tanguy a cambio de cuadros. Describía los objetos en términos cromáticos: azul prusia, verde esmeralda o amarillo limón. El doctor Gachet donó su paleta al Museo de Orsay.
Muchas de ellas se conservan en museos como una pieza más, que sirve como pista sobre la evolución y la obra de un autor. En las paletas se encuentran los movimientos del pincel y los colores mezclados que reflejan la mano del artista, preparada justo antes de tocar el lienzo.

Edgar Degas (1834-1917). Tenía preferencia por el verde de la piel de las ranas, por los blancos lechosos y por los turquesas verdosos que poblaban su paleta. La suya pertenece a la colección de Museo de Orsay, en París. Hacia el final de su carrera, cambió el óleo por el pastel.

Marc Chagall (1887-1985). Su paleta refleja los ramos de flores que decoraban su estudio y en los que se inspiraba para sus retratos. Ésta, de 1958, está firmada. "Mientras más complejo sea el hombre, más compleja será su paleta", dijo. Una de ellas se halla en el Museo de Orsay.
Joan Miró (1893-1983).  Miró utilizaba una paleta muy reducida pero con una gran maestría. El amarillo, rojo, azul, verde, naranja, negro y blanco son los colores que predominan en sus obras.
El fotógrafo Matthias Schaller ha pasado los últimos ocho años documentando las paletas pertenecientes a algunos de los grandes genios, maestros de la historia del arte: Van Gogh, Matisse, Picasso, Renoir, Degas, Monet, y Toulouse-Lautrec por citar algunos. Hasta la fecha, ha fotografiado más de 200 paletas de más de 70 artistas. 


Henri Matisse (1869-1954). Sus paletas se conservan en el Museo Matisse, en Niza. Mezclaba los colores directamente en la paleta, por lo que resulta evidente la similitud entre los colores de ésta y los de sus cuadros. Solía intercambiar sus paletas con las de Bonnard.
Claude Monet (1840-1926). Ésta es la última de sus paletas. Forma parte de la colección del Museo Marmottan de París. El artista las cambiaba por comida en los bistrots parisinos. En esta paleta se pueden encontrar algunos de los colores del jardín de Giverny.
Edvard Munch (1863-1944). Una paleta rica y sutil, con una combinación de colores asociados con el miedo.
Y para lograr documentar a estas reliquias, Schaller ha viajado por el mundo en busca de estas pequeñas tablas, siendo riguroso en su método, tratando a cada paleta como una muestra clínica. La fotografía final que surge es un retrato abstracto de cada artista - cada paleta es un manual sobre el uso del pintor del color, la pincelada y el espacio.
Camille Corot (1796-1875). A Jean-Baptiste Camille Corot, el pintor que preparó el camino de transición entre el clasicismo y el impresionismo, le gustaba pintar paisajes húmedos y nebulosos bañados en una luz tenue, algo que sin duda se puede comprobar en su paleta.
Pierre-Auguste Renoir (1841-1919). Pasó los últimos años en Les Colettes, en Cagnes-sur-Mer, ahora abierta al público. Allí se pueden ver algunos de sus paisajes favoritos, como los olivos en el jardín. Utilizaba colores translúcidos, que más tarde sucumbieron ante los rojos y naranjas.
Pablo picasso (1881-1973). Original en todo, utilizaba cualquier tipo de paletas: podían ser alargadas, cuadradas, ovoides... a menudo usaba una silla pintada de azul por él mismo que cubría con papeles de periódicos. Picasso casi nunca llevaba la paleta en la mano. La dejaba, con sus pinceles, encima de una silla bajita, una silla de niño, en el suelo o en la última muesca del caballete. Esta silla-paleta fue donada al Museo Picasso de París en 1985. Su precio estimado en 1996, por el perito de la casa de subastas Cornette de St-Cyr fue de más de 18.000€.
Ahora los visitantes de la Bienal de Venecia pueden admirar hasta el 7 de junio las paletas de sus artistas favoritos en la Fundación Giorgio Cini, en la isla de San Giorgio Maggiore en una exposición de grabados de gran formato de Schaller.

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17 de mayo de 2015

El mapa del cólera de John Snow

Agosto de 1854, Londres es la ciudad mas grande del mundo en ese momento, con más de 2.5 millones de personas es una metrópolis pestilente. Una urbe caótica y maloliente, con un serio problema de basuras debido al gran número de habitantes que soporta y a la falta de un alcantarillado eficiente.

The silent highwayman, la muerte ronda el Támesis, reclamando la vida de los que no pagan por la limpieza del río, durante el Gran Hedor.

Un Gran Hedor causado por más de 200.000 pozos negros. Y es que la mayoría de las casas en esa época no tenían servicio y vertían los residuos a los pozos ciegos situados en los sótanos. Vaciar un pozo negro costaba un chelín, un precio que el londinense medio no podía costear. Como resultado la mayoría de los pozos negros eran fuentes de olor fétido.

Pozos que rebosaban a desagües diseñados para recoger sólo el agua de la lluvia, y que acababan contaminando las calles antes de descargar en el río Támesis.

Y es a finales de verano cuando el centro de Londres sufre el brote de cólera más violento de Inglaterra con una tasa de mortalidad del 12,8% en algunas parte de la ciudad. Concretamente en el barrio del Soho donde el sistema de alcantarillado era inexistente, en menos de una semana, en un área de apenas medio kilómetro, el agresivo brote de cólera mato a casi mil personas.

Cartel del pub John Snow, junto a la placa que recuerda al doctor.


Y es aquí donde entra en acción nuestro héroe, el doctor John Snow, médico de igual apellido que el Jon Nieve de Juego de Tronos. (Tal vez el bonachón de George R.R Martin se inspirase en él para su personaje).

John Snow tenia su consulta próxima al epicentro de la catástrofe, por lo que conocía a varias de las víctimas. Como vecino, Snow sabía que la mayoría de los residentes extraían el agua de una fuente pública de Broad Street. Fiel a su hipótesis inicial, Snow planteó que el brote de cólera se debía a la ingestión de agua contaminada proveniente de esta fuente y se propuso, demostrarlo.


Para ello, compró un mapa con el callejero de la zona asolada y en él, apuntó con una linea negra el lugar donde vivía cada fallecido. Información que obtuvo de hospitales cercanos y de sus propias observaciones, visitando, una a una, las casas del barrio. El resultado fue éste mapa, una de las primeras infografías de la historia:

Mapa original del Dr. John Snow, que muestra los casos de cólera de la epidemia ocurrida en 1854. Los puntos muestran la localización de las personas afectadas por beber agua de los pozos (cruces).




Un gráfico sencillo pero que sentó las bases para el cambio de paradigma respecto de la generación de las enfermedades y la definición del concepto de enfermedad infectocontagiosa.

John Snow no tardaría en persuadir a las autoridades para que inutilizaran la bomba de agua de la fuente quitando la manivela. Como foco causante de la epidemia, evitando así la expansión de la enfermedad. Más tarde se supo que el motivo de la contaminación se encontraban en los restos fecales procedentes de los pañales de un bebé enfermo que, a través de un pozo negro, se filtraron al agua subterránea del pozo afectado.



Al año siguiente, en 1855, Snow presentó en el comité formado para investigar la epidemia una versión actualizada de su ya por entonces famoso mapa en el que contenía un añadido: una línea que delimitaba el área de servicio en torno al pozo de Broad Street. Más del 70% de las muertes por cólera durante el brote de 1854 se produjeron dentro de esta área de influencia, lo que reforzaba aún más si cabe la relación entre el agua contaminada y los casos de infección. Snow sacrificando su prestigio se opuso a las teorías miasmáticas, teorías vigentes en la época que creían que las emanaciones fétidas del suelo y las aguas impuras, eran la causa de enfermedad.

El análisis posterior dio origen a la moderna epidemiología, el estudio sistemático de la evolución de una enfermedad dentro una población humana para ver como se propaga. Lo cierto es que el establishment médico-sanitario no aceptó su teoría hasta bien entrados los sesenta, cuando Snow llevaba más de una década criando malvas.


En la actualidad en la calle Broad, el lugar donde estaba la bomba de agua original, esta marcado por un bordillo de granito rosa. En esta esquina hay un pub con el nombre del doctor donde se reúne The John Snow SocietySociedad que tiene objetivo promover la vida y obra del Dr. Snow. Para pertenecer a dicha sociedad, el único requisito es visitar el pub John Snow.



Cerca del lugar se erigió en 1992 una réplica de la bomba de agua y sin la manivela que la accionaba, como recuerdo de la gran labor de John Snow.

Charla TED donde el escritor Steven Johnson nos lleva durante diez minutos hacia el Mapa de los Fantasmas, su libro acerca del brote de cólera de Londres en 1854 y el impacto que éste tuvo en la ciencia, las ciudades y la sociedad moderna.



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10 de mayo de 2015

La paradoja de Fermi: ¿dónde cojones están los extraterrestres?

"Si los extraterrestres existen, ¿dónde cojo*#%!€$...  están?". Enrico Fermi.
La paradoja de Fermi es la contradicción entre las estimaciones que afirman que hay una alta probabilidad de existencia de civilizaciones inteligentes en el universo, y la ausencia de evidencia de dichas civilizaciones.

Una paradoja que se puede resumir de la siguiente manera:
La creencia común de que el Universo posee numerosas civilizaciones avanzadas tecnológicamente, combinada con nuestras observaciones que sugieren todo lo contrario es paradójica sugiriendo que nuestro conocimiento o nuestras observaciones son defectuosas o incompletas.
Y es que tan solo en nuestra Vía Láctea hay 400 mil millones de estrellas, y eso son muchas estrellas. Como dijo Carl Sagan: hay 10 mil estrellas por cada grano de arena de cada playa de la Tierra. Y hay tantas estrellas en nuestra galaxia como galaxias hay en el universo observable, así que por cada estrella en la colosal Vía Láctea hay toda una galaxia ahí fuera.


Y ahora estamos descubriendo que hay muchos planetas habitables, parecidos al nuestro. Lo que significa que hay muchas probabilidades de que la vida exista y se desarrolle. ¿Entonces por que el universo no esta lleno de naves espaciales?


No tenemos respuesta para la paradoja de Fermi, como mucho hay "posibles soluciones" a la existencia o no de otras civilizaciones:

-No hay indicios de civilizaciones superiores (Tipo II y III) porque no existen.
-Somos excepcionales. (Hipótesis de la Tierra especial)
-Somos los primeros.
-Existen, pero la mayoría de la gente no lo sabe todavía.
-Existen, han estado aquí, pero no estábamos.
-Existen, pero no se comunican con nosotros (Hipótesis del zoológico)
-Existen y se comunican, pero no los oímos. (La relatividad de la simultaneidad).
-Han desaparecido.
-Existen pero no somos conscientes de ellos.
-Nunca han existido.
-Somos nosotros o todavía no existen.

La formulación de la paradoja surgió en una época en la que Enrico Fermi estaba trabajando en el Proyecto Manhattan cuyo fin era el desarrollo de la bomba atómica.



La respuesta que dio Fermi a su propia paradoja fue que toda civilización avanzada desarrollada en la galaxia, desarrolla con su tecnología el potencial de exterminarse,
tal y como percibía que estaba ocurriendo en su época. El hecho de no encontrar otras civilizaciones extraterrestres implicaba para él un trágico final para la humanidad.


Por muy pequeña que sea la posibilidad, el 'milagro' de la vida se pude dar. Entendiendo por milagro lo que decía Enrico Fermi. Como cuando se le preguntó ¿qué entendía por un milagro?, el respondió:
“Oh, cualquier cosa con una probabilidad menor del 20%.”

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6 de mayo de 2015

Ser Bloguero, noveno programa: Invernávila, un trono de unicornio, el bufón borrachín y la música de los Andes


Mi colaboración mensual en el programa de la cadena SER de Ávila, (y con este van nueve) donde he contado cuatro historias de mi blog Meridianos.


Un especial Juego de Tronos donde he buscado Invernalia por tierras abulenses, he hablado del trono de cuerno de unicornio del Reino de Dinamarca, un timo nórdico mantenido durante siglos. Después he contado la historia de un bufón, diplomático, espía, juglar y sobre todo borrachín que esta enterrado en la catedral de Barcelona.



Y para finalizar una melodía generada íntegramente por el perfil de las montañas de la cordillera de los Andes



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Ávila la ciudad donde quiso vivir Orson Welles

Orson Welles durante el rodaje de 'Campanadas a medianoche', junto a la  muralla de Ávila. Foto Avilas
Año 1960, en la habitación de un hotel de París, Orson Welles concede una entrevista de 50 minutos en una distendida conversación, donde reflexiona sobre el arte de dirigir, la escritura, la política, y sobre su deseo de dejar un valioso legado a su profesión.

– ¡Las cosas que hemos visto!
– ¡Cuando oímos las campanadas a medianoche!
Robert Shallow a su amigo John Falstaff, en la escena inicial de 'Campanadas a medianoche'.


El director también habla sobre el exilio, el éxito en el espectáculo, analiza alguna de sus obras y cómo fueron recibidas por el público y la crítica. La entrevista recorre muchos puntos de su vida, la magia, el dinero, la fama, la crítica, el hogar que no encontraba. En un momento de la entrevista declara que le gustaría establecerse en España, concretamente en Ávila.

"Si pudiera elegir un lugar donde vivir sería España y en concreto Ávila. El clima es horrible, muy cálido en verano, muy frío en invierno. Es un lugar extraño y trágico. No sé por qué siento algo muy especial."
El cariño que Welles tenía por las tierras abulenses venía dado por sus gentes, los paisajes y la comida. Tal vez influido por otro norteamericano Hemingway, también apasionado de estos parajes. El cual tras vivir un par de meses en la localidad de Barco de Ávila, se enamoró de la pesca de la trucha, de sus amables gentes y de sus asados.



Un lugar donde considero fijar su residencia española. La experiencia le marco tan profundamente, que dos décadas después un emocionado Hemingway confesaba: "Procedo de Barco de Ávila, Cooke City, Montana..."

Vas caminando por Ávila y ves a Orson Welles en el rodaje de Campanadas a Medianoche. Foto Avilas
De ambos genios artísticos Orson Welles y Ernest Hemingway, la ciudad de Ávila no guarda ningún recuerdo, ni un placa en su memoria, nada. Como dice José Luis Pajares (autor del maravilloso archivo fotográfico abulense que es Avilas.es), "otro caso de desmemoria que en la ciudad suelen tener como recompensa, en el mejor de los casos, una calle en nuevas urbanizaciones o en polígonos industriales."

Orson Welles muleta en mano dando ordenes en el rodaje de Campanadas a Medianoche. Foto Avilas


'Campanadas a medianoche' y 'Por quién doblan las campanas' obras de Welles y Hemingway respectivamente no solo tienen en común el instrumento musical originario de Campania, en Italia, donde se usó por primera vez, sino que ademas muestran su pasión por Ávila.

Orson Welles fumando un puro y vestido de John Falstaff frente a las murallas de Ávila. Foto Avilas



Un amor por Ávila que quedo reflejado en el rodaje en esta ciudad castellana, de la que fue su película favorita, 'Campanadas a medianoche': "Aquella que ofrecería para entrar en el cielo, la menos fallida. La que mas se aproxima a lo que intente hacer".



El rodaje de esta adaptación de varias obras de Shakespeare, fue una locura. Empezaron en octubre de 1964 y las 12 semanas previstas se convirtieron en seis meses.


Welles filmó por media España, y solo él y Kevin Baxter —el príncipe Hal— estuvieron de inicio a fin. "Es extraordinaria su capacidad como director de cine. Desmontaba las secuencias en su cabeza, filmaba planos en cinco sitios distintos y luego los encajaba en el montaje. Me volví loco con la secuencia en la que el nuevo rey acude a ver a Falstaff y le destierra. Empieza en Ávila, entra en Cardona (Barcelona) y de repente se gira y eso está filmado en Medinaceli." asegura Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Catalunya y uno de los mayores expertos sobre Welles.


Sirva esta entrada como homenaje hoy, en el centenario de su nacimiento a uno de los directores más influyentes de la historia del cine. Un autor que rodó su primera película sin saber apenas nada de cine y le salió una obra maestra. Que reinventó la gramática cinematográfica con su ópera prima, 'Ciudadano Kane', y que pasó el resto de su vida tratando de obtener la libertad creativa de la que disfrutó en su título de debut.



Y como dice el juez maese Shallow a su amigo John Falstaff, al inicio de 'Campanadas a medianoche' mientras se dirigen a la taberna La cabeza del jabalí, en Eastcheap (Londres) atravesando un paisaje nevado, escondido en la Casa de Campo madrileña: ¡Las cosas que hemos visto!...   gracias a Orson Welles.

Vía 1, 2, 3, 4 y 5

Actualización 3 de junio de 2015:
Una calle para Orson Welles en Ávila | #UnaCalleParaOrson

Actualización 25 de junio de 2015:
Entrevista en la Cadena SER de Ávila donde hable de la iniciativa | #UnaCalleParaOrson

Actualización 27 de noviembre de 2015:
Se logra el reconocimiento de la ciudad de Ávila a Orson Welles. Una placa situada donde vivió el cineasta recordará su paso por Ávila, la ciudad donde quiso vivir.



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5 de mayo de 2015

Volando sobre los campos de flores de los Países Bajos


Hermoso vuelo sobre los coloridos campos de flores holandeses con un avión no tripulado en Keukenhof, (Jardín de la Cocina). Lugar conocido también como el jardín de Europa. Filmado con un drone durante un día soleado de primavera en abril de 2015. Tulipanes, jacintos y otras flores están perfectamente alineadas en este parque de más de 32 hectáreas en los campos holandeses.



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1 de mayo de 2015

En la Luna hay tres coches aparcados

El rover lunar del Apolo 15 aparcado y abandonado a su suerte en la Luna desde el 30 de julio de 1971.

El rover del Apolo 16 olvidado en su plaza de la Luna desde el 21 de abril de 1972.
El buggy del Apolo 17 estacionado en su lugar de descanso definitivo desde el 11 de diciembre de 1972.

Cuando mires a la Luna recuerda que allí, en la superficie hay tres coches aparcados. Vehículos eléctricos, con células de hidrógeno con dos baterías de 36 voltios no recargables. Tres 'moon buggy' de las últimas misiones que fueron a la Luna: el Apolo 15, 16 y 17. Con tracción a las cuatro ruedas, construidos todos (mas uno de repuesto) por la empresa Boeing, con apoyo de General Motors por 9.5 millones de dólares cada uno, un total de 38 millones del año 1971. Todoterrenos especialmente diseñados para poder circular en la baja gravedad lunar sin quedarse atascados en el regolito, el polvo de la Luna.

Paseo lunar durante la misión del Apolo 16.

Los rovers con los neumáticos de aluminio recubiertos de malla metálica fueron capaces de alcanzar los 13 km/h, aunque Eugene Cernan cuesta abajo de regreso al modulo lunar y forzando un poco la maquina alcanzó los 18,0 km/h, récord de velocidad en la superficie de la Luna. En total los tres coches realizaron 90,8 kilómetros por la superficie de nuestro satélite, sin alejarse nunca más de 9,6 kilómetros del módulo, pues si el vehículo se averiaba era la distancia de seguridad máxima que podrían recorrer los astronautas a pie hasta la nave.

 El panel de control con el "volante" de los vehículos lunares utilizados durante el programa Apolo.
La próxima vez cuando mires a la Luna y tengas amigos a tu alrededocuéntales que allí arriba hay tres pequeños coches aparcados. Y que aunque llevan más de cuarenta años sin arrancar, en teoría con unos pequeños ajustes podrían volver funcionar y pasar fácilmente la ITV (Inspección Terrícola de Vehículos).

 Las ruedas de alambre de acero y zinc recubierto con titanio. En la imagen se ve la reparación que hicieron los astronautas del Apolo 17 con cinta adhesiva en un guardabarros.

Pero estos coches tuneados, representan una ínfima parte de la lista de objetos artificiales que hay en la superficie lunar. Una lista enorme con todo tipo de cosas abandonadas (la lista completa y oficial de la NASA).

Mas 187.000 kg de material terrestre, la mayoría chatarra espacial. Más de 70 naves espaciales, 5 banderas americanas, 2 pelotas de golf, 12 pares de botas, 96 bolsas con heces, orina y vómitos, martillos, rastrillos, palas, una pluma de halcón, un disco de silicio con mensajes de buena voluntad de 73 líderes mundiales, una rama de olivo de oro fundido, una escultura y un largo etcétera.

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