Vale un Potosí

Cuenta la leyenda que un pastor quechua llamado Diego Huallpa descubrió por casualidad la legendaria montaña de Potosí. Tras salir en busca de una llama perdida, la dio alcance y determino pasar la noche allí. Hizo una fogata para pasar el frió nocturno y al despertar vio que el fuego había derretido plata y formado pequeños ríos argentiferos.

A partir de ese momento se fundo lo que llego a ser una de las primeras ciudades cosmopolitas más importantes y receptora de inmigrantes de todo el planeta.

Sólo veintiocho años desde su nacimiento ya Potosí tenía la misma población que Londres y más habitantes que Madrid, Roma, París, Moscú o Berlín.

Extracción de plata del Cerro Rico. En 1550 se la conocía como, "La boca del infierno".

Así fue como al pie del cerro surgió sin orden ni concierto una ciudad de callejuelas tortuosas y laberínticas. No hubo planificación ni ordenamiento, y la razón principal fue que los españoles creyeron que la veta de la mina se agotaría pronto y, por ello, sólo establecieron un asiento minero en las faldas del Cerro Rico.

La villa semejaba un enjambre humano.



Cerro Rico visto desde Potosí.


Pero en la urbe, tan próspera como violenta, ocurrían diario disputas sangrientas en sus plazas y se multiplicaban los garitos y lupanares; Potosí se ganó el sobrenombre de Babilonia.

Se dice que con toda la plata extraída del inmenso cerro se podía construir un puente que atravesara el atlántico uniendo Bolivia con España y también se podría construir un puente con las mismas medidas pero con todos los huesos de las personas muertas en las minas del cerro.

La plata en poco más de un siglo, transportada desde allí hasta Sevilla fue de más de 16 millones de kilos, mineral que excedía tres veces el total de las reservas europeas sin incluir el contrabando.

Su riqueza fue tan grande que Miguel de Cervantes en El Quijote acuñó el dicho español vale un Potosí que significa que algo o alguien vale una inmensa fortuna.


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