Mayor originalidad, imposible. Su nombre figura en el libro Guinness de los récords como el hotel más pequeño del mundo: todas sus instalaciones se resumen en apenas 600 metros cuadrados de superficie edificada y nueve metros de altura. Pero aún sorprende más su exigua capacidad: tan sólo cuatro habitaciones dobles.
Llegar hasta él supone un largo viaje a los confines de la isla más remota de las Canarias, El Hierro, puro descalabro volcánico en medio del océano Atlántico. Allí, sobre un solitario embarcadero azotado por las olas, frente a los míticos Roques de Salmor, unos islotes rocosos habitados, hasta mediados del presente siglo, por una especie de lagartos gigantes de origen prehistórico, emerge el pequeño edificio, fruto de la remodelación de un antiguo despacho de aduanas que no resistió a la decadencia del comercio marítimo con América.
Gran parte del decorado procede del desguace de buques o restos de naufragios contabilizados en esta oficina: ojos de buey, brújulas, fanales, cartas marinas, portulanos y un traje de buzo actualmente expuesto en el comedor. Unos pocos curiosos se aventuran a pernoctar en tales confines. Las habitaciones, situadas en la planta de enmedio, apuestan por la sencillez y mucho efectismo en la utilidad de la madera de barco en sus cuartos de baño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario