Año 1994, los milicianos hutus responsables del Genocidio de Ruanda huyen al Zaire, seguidos por civiles hutus.
Culpables o no de haber participado en el intento de exterminio de los tutsi, cientos de miles de ruandeses vagan por las carreteras, enfrentándose al hambre y las enfermedades. El 26 de julio de ese año, un niño esta a punto de ser enterrado vivo en una fosa común, pero en el último momento es rescatado por el teniente Da Silva, un legionario francés.
Fue en esta fosa entre una pila de cientos de cadáveres víctimas del cólera, donde Angelo es salvado in extremis por este soldado, que formaba parte de la "Operación Turquesa" (Opération Turquoise).
Mientras el mundo entero permanece ajeno a esta barbarie, (una tragedia que provocó casi 1.000.000 de muertos, el 11 % de la población total del país), el legionario lleva a Angelo al hospital militar cerca del aeropuerto de Goma, donde recibe cuidados. Allí el militar y su familia intentan adoptar al niño, pero organizaciones no gubernamentales consiguen localizar a su padre.
Es así como Angelo vuelve a un campo de refugiados del Zaire, donde padre e hijo vivirán dos años bajo el cuidado de las hermanas españolas del Sagrado corazón.
En 1996 se declara la guerra civil, y Angelo y su padre Leonard con otros 500.000 refugiados, son obligados a volver a Ruanda.
Tras caminar 150 km durante tres días consiguen llegar a su aldea, donde Angelo se reencuentra con sus seres queridos.
Después de dos años de separación, por fin la familia unida sonríe. De izquierda a derecha: Leonard, el padre; María, la madre; Angelo, Laurence su hermana y su hermano Jean-Paul. Pero esta felicidad dura poco y se rompe, el padre es acusado por sus propios vecinos de haber participado en el genocidio y es condenado a 25 años de cárcel. Pasaran cinco años hasta que Angelo pueda volver a verlo y apenas lo reconozca ya que le han afeitado la cabeza.
Años donde la vida continua. Angelo va a la escuela por la mañana y aunque se esfuerza no es un buen estudiante.
Por las tardes ayuda en los campos, después de comer lo que es su única comida diaria.
Es un apasionado de las zapatillas, pero no olvida el momento que volvió de una muerte segura, la cicatriz en su cara se lo recordara siempre.
En agosto de 2010, el fotógrafo Christophe Calais volvió a encontrarse con Angelo, que ahora tiene 24 años. Un joven fuerte con una mirada inquietante que oculta su actitud despreocupada. Excepto su padre Leonard, que sigue en la cárcel, toda la familia vive en la cima de una colina en Mbogo.
Angelo ha tenido una niña llamada Janine, con su novia Nadia, con las que vivió en una casa alquilada hasta que separaron tres meses más tarde.
Dieciséis años después de ser rescatado de una fosa común, Angelo ha sufrido más que la mayoría. Se ha enfrentado a un enorme dolor emocional, pero que ha sabido superar.
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Fuente: Angelo, a rwandan odyssey
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