
Los chicos del sándwich
El 23 de marzo de 1965 el astronauta John Watts Young introdujo a escondidas, en la nave espacial Gemini 3 de la NASA, un sándwich de chopped de ternera y lo compartió con su compañero Gus Grissom. La broma, aparentemente inofensiva, provocó un enorme escándalo a nivel nacional y la ira de varios congresistas. El asunto llegó hasta tal límite que la NASA se vio obligada a cambiar sus reglas y a empezar a vigilar el equipaje de sus astronautas.
La anécdota del sándwich, tal y como se demostró después en una investigación, vulneró las órdenes de vuelo y puso en peligro la misión. Además de llenar la cabina de migas que podían haber dañado los equipos, Young llevó el sándwich oculto durante dos largos días, lo que podía haberles hecho enfermar. La idea de Young era darle una sorpresa a su compañero Gus Grissom llevándole un sándwich de su restaurante favorito en Florida. Según cuenta Young, al descubrir el regalo, Grissom se mostró alarmado y le advirtió de que tenían “un problema”. “¿Cuál?” – preguntó Young extrañado. “¡Que no tenemos mostaza!”. (Seguir leyendo)
Efectos personales
El inventario de enseres personales llevados por los astronautas durante los viajes espaciales es c

Un buen swing
Las normas de la NASA dicen que el PPK (Personal Preference Kit) de los astronautas no puede sobrepasar el kilo y sus contenidos no pueden ser utilizados con fines comerciales. Sin embargo, por muy estrictas que sean las normas, siempre hay un resquicio para saltárselas.El 5 de febrero de 1971, el astronauta Alan Shepard – componente de la misión Apolo 14 – después de un paseo

Los árboles de la luna
Tan solo unos miles de metros más arriba, sobre la cabeza de aquel golfista improvisado, se encontraba el astronauta Stuart Roosa, al mando del Kitty Hawk, el módulo que llevaría a los tripulantes del Apolo 14 de vuelta a casa. En su kit de objetos personales, Roosa había incluido un cilindro metálico con más de 400 semillas seleccionadas por el Servicio Forestal al que había pertenecido en su juventud. Había semillas de pinos, plátanos y secuoyas; las primeras y únicas semillas que viajarían y volverían de la luna.
A su regreso, la historia de aquellas “semillas lunares” alcanzó cierta celebridad. Todos querían tener uno de aquellos árboles. Muchos fueron plantados frente a edificios históricos, organismos oficiales e instituciones de Estados Unidos, desde Washington a Nueva Orleáns. Un árbol fue enviado al emperador del Japón. Otros llegaron a Suiza y Brasil, pero al cabo de un tiempo se perdió la pista de muchas de las semillas y el asunto se les fue de las manos. Actualmente, Dave Williams, científico de la NASA, sigue recolectando información sobre el paradero de los árboles. Tanto es así, que Williams ha creado un sitio de Internet dedicado exclusivamente al tema. Hasta ahora ha localizado el destino de unas 40 de aquellas 400 semillas “espaciales”.

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