Otra genialidad de Figuerola-Ferretti, el duende de la radio
¿Se acuerdan de la ceremonia de la presentación de los presupuestos en el Congreso? Iba el ministro de Hacienda de turno, se bajaba de una furgoneta, abría sus puertas traseras y mostraba un montón de libracos que contenían, departamento por departamento, los números previstos. Era la foto más proletaria de un miembro del gobierno, porque en ese momento en lugar de ministro podía ser el transportista de un notario que trasladaba su protocolo.
Las ciencias adelantan que es una barbaridad. Ayer Solbes posaba junto a sus edecanes con unas cuentas que reparten aún más millones. Pero en lugar de un furgón, cabían todas en ese adminículo llamado pendrive que el señor Vicepresidente Económico sacó de una cajita y mostró sonriente al fotógrafo. Tantísimos números en treinta gramos de hardware, el pastón que necesita un país de cuarenta millones de ciudadanos en el bolsillo del abuelito de Heidi, como con humor se definió el sesudo don Pedro.
El tío Jacinto, un campesino con boina y cachava pero con alma de hidalgo y lengua de poeta rural, que fue uno de los maestros de pensamiento del Duende, hubiera dicho santa Coloma parió por un deo, y no me lo creo. El tío Jacinto aún usaba la trilla cuando Armstrong pisó la luna, y no se terminaba de creer que aquellas imágenes que con tanto entusiasmo comentaba Cirilo Rodríguez no fueran un montaje. Uno no sabe qué resulta más difícil de creer, si el hombre en la luna o la ley más importante del año y las cuentas de las que dependen tantas vidas concentradas en un ingenio que abulta lo que un cortaúñas.
Tanto cuando eran miles de folios, como ahora, que se posan en invisibles bytes, la pregunta del Duende, era y es la misma: ¿dónde está mi parte del queso? ¿Qué se lleva la boquita de mis nietas? ¿Cuánto el cuidado mi pobre tía víctima del Alzheimer? ¿Cabrá ahí la pensión de la viuda del tío Jacinto?…El sueño de millones de españoles es que ese pendrive, a través de pensiones, subvenciones o servicios gratuitos, nos resuelva todo.
Queremos y aspiramos a que el estado del bienestar sea siempre la vaca ubérrima que nos prometen los políticos. Es más, el año que viene pediremos que la traigan al portal, que la ordeñe un funcionario y que nos suba la leche a casa ya pasteurizada y sin haber derramado una gota por la escalera. Todos queremos más, y también que nos lo curren los demás.
Aunque posiblemente la auténtica medida de la felicidad no es depender de nadie, sino poder prescindir de casi todo. El Duende envidia a los pájaros del cielo y a los lirios del campo que invocaba san Mateo para que no nos obsesionemos por el alimento ni por el vestido. Lástima que ahora el Dios protector no está en los cielos, sino el pendrive de Solbes.
1 comentario:
Desde que vi el rodaje de un anuncio de una conocida marca de helados, en lo que el helado era pure de patata teñido, lo pongo todo en cuarentena...
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