Nadie me creería si dijera que he surfeado olas en plena sierra de Gredos. Que he visto un enorme piano de cola blanco brillando como una luna llena, en un prado donde antes pastaban vacas. Me tomarían por un loco si dijera que vi dos enormes globos iluminados como enormes antorchas en una noche de julio. Tal vez alguien piense que todos esos momentos sólo son un sueño de un día de verano, pero yo estuve allí.
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